Con el flujo constante de retórica hostil proveniente de la cuenta personal de Twitter del presidente y de sus declaraciones de prensa, puede ser difícil saber a qué responder y a qué no conceder la dignidad de nuestra atención.

Pero cuando el Presidente de los Estados Unidos utiliza comentarios racistas para atacar a estadounidenses individuales, tenemos que hablar. Los comentarios de Trump de que cuatro congresistas estadounidenses, todas mujeres de color, deberían “regresar al lugar de donde vinieron” se basan en tropos racistas que se han utilizado para atacar a las comunidades de color a lo largo de nuestra historia.

Eso incluye la experiencia de mi propia familia. Mis padres llegaron a este país a principios de los años 70 y hablaban un inglés “defectuoso” con acento marcado. Crecí viendo cómo los trataban como de segunda clase, incluso les negaban el servicio o los ignoraban en público porque la otra persona no podía entender lo que decían mis padres. Como casi todos los asiático-americanos que conozco, crecí y todavía me preguntan con regularidad: "¿De dónde eres?". Todavía respondo "Minnesota", mi estado de nacimiento, aunque sé que esa no es la respuesta que buscan. La idea de quién es verdaderamente estadounidense y quién es de Estados Unidos sigue teniendo profundas raíces en el racismo y la supremacía blanca.

Es por eso que todavía debemos calificar el lenguaje del Presidente como racista e inaceptable, cada vez. No podemos permitir que represente quiénes somos como país, pero para hacerlo, también debemos cambiar quiénes hemos sido como país y nuestras ideas sobre quién es verdaderamente estadounidense.

Tampoco podemos ignorar el hecho de que las actitudes detrás de ese lenguaje no comienzan ni terminan con un tweet. Si bien Trump redobla la insinuación de que sólo ciertas personas pueden ser verdaderamente estadounidenses, las políticas de inmigración de su administración están causando daños diarios a personas que viven y respiran: niños separados de sus padres e individuos enjaulados en condiciones deplorables en nuestra frontera; amenazas de redadas destinadas a aterrorizar a las comunidades de color hasta hacerlas invisibles; y cortar vías de asilo a poblaciones vulnerables, en violación del derecho estadounidense e internacional.

Los derechos de los inmigrantes son derechos LGBTQ, y elevar el racismo y la supremacía blanca nos daña a todos. Hay ataques a todas nuestras comunidades provenientes de esta administración, y nuestras comunidades nos contienen a todos. Mientras libramos nuestras propias batallas críticas en múltiples frentes, levantémonos unos a otros y recordemos que es la inclusión, no la exclusión, lo que nos hace fuertes. Un movimiento por la justicia, que acepte nuestras diferencias, es cómo lucharemos y cómo ganaremos.