Los tiroteos de ayer en la Iglesia Episcopal Metodista Africana Emanuel, históricamente negra, en Charleston, Carolina del Sur, en los que murieron nueve personas, han horrorizado a la gente en todo el país, incluso aquí en GLAD. Nos sorprende tanto como personas LGBT como como personas de color, que sabemos lo que es sentirse atacados e inseguros por quiénes somos. Como solo un ejemplo, ya este año, 11 mujeres trans de color han sido asesinadas.

Pero, sobre todo, nos sorprende como seres humanos y estadounidenses, que nos exigimos más a nosotros mismos y a los demás en cuanto a cómo nos tratamos y valoramos unos a otros.

Se confirme o no que los tiroteos fueron un crimen de odio, este último ataque no puede evitar evocar una larga y dolorosa historia de violencia selectiva contra la comunidad afroamericana, desde Birmingham, Alabama hasta Springfield, Massachusetts. Y cada vez que ocurre una tragedia de este tipo, nos corresponde alzar nuestras voces colectivas para ahogar las voces del odio y exigir justicia para todas las comunidades afectadas por la violencia.

Nuestros pensamientos y oraciones están con las familias de las víctimas, con la esperanza de que las vidas perdidas nos ayuden como nación a reflexionar y actuar sobre nuestra responsabilidad compartida de trabajar por la paz y la justicia.